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A la soledad de Juana


Juana tiene un doctorado en leyes y está soltera.
Juana está soltera y tiene un doctorado.
Soltera para algunas no es una palabra bonita, menos cuando se tiene  38 años.

Pero empecemos de nuevo para tratar de entender el problema de Juana:

  • Juana tiene un doctorado en leyes, tiene 38 años, tres divorcios (sin hijos) y está soltera.

¿Dónde está el problema?

Si alguien ya presume cúal es, de alguna manera, entiende a Juana.

 ( Se parece a un ejercicio matemático, pero en vez de números, tiene letras)

Lo que pasa con Juana y que le carcome las esquinitas de sus huesos, es no entender cómo sus ex, viven una vida aparentemente feliz. 

Carlos, su primer esposo, es doctor y recién se casó de nuevo. Cuando Juana se enteró no lo pudo creer. No porque tenga sentimientos hacia él, sino porque semanas antes de que se casará se escribían y se contaban ciertas cosas. Juana confiesa que entre lo que se decían, habían halagos que de alguna manera eran bienvenidos. Pero, ¿por qué Carlos no le dijo nada de su boda? ni si quiera le comentó, y cuando le escribió para felicitarlo y de alguna manera conocer la razón, él no respondió nunca más. 


José, su segundo marido, fue un amor de la universidad. Por cosas de la vida se volvieron a encontrar y encendieron de nuevo la chispa del amor. Se sintieron como en la universidad. Se casaron. Pero el tiempo ya no le pertenecía a Juana, porque solo ella seguía enamorada. La dejó poco tiempo después. Luego lo inevitable, el divorcio. Poco tiempo después seguían manteniendo  encuentros sexuales, muchos de ellos terminaban hablando de la vida. Pero a él, Juana ya no le interesaba como antes. Tenía ya una novia  y Juana pasó a ser la amante. 


Mientras buscaba querer, se encontró a un joven, de quien no quizo revelar su nombre. 
Le daba placer, ciertos mimos y muchos problemas, pero le llenaba de energía. Hacía que Juana se sintiera viva. Era como conectarse directo a una fuente de poder. La encantaba. Quería estar con él porque le hacía sentir renovada. Pero el tiempo hizo lo suyo. Él se fue con otra, con muchas. 
Se divorció por tercera vez.

Tuvo encuentros con su segundo y tercer esposo, pero sentía que cada vez que los veía, se llenaba de vacíos. 
Después salió con alguien más, me cuenta que cada vez que lo veía se imaginaba que podía ser su esposa, claro, sino estuviera casado con otra. Todo lo que buscaba y creía que sería fácil de encontrar, sólo le traía desconsulo. Buscaba amor, un buen querer, pero cada vez se alejaba de todo, se alejaba de ella también. 

El tiempo transcurría entre escribirle a su primer esposo, quien ya no le respondió más. De verse con su segundo marido en lugares privados, con quien terminaba hablándo de la novia  y de recordar esa energía que emanaba su tercer divorcio, pero que era la misma energía que le daba a otras. De todo esos recuerdos, llenó su vacío.

Juana se pregunta. Por qué, quienes  en algún momento la dejaron,  son aparentemente felices. Y ella, la "triste y pobre mujer", abandonada, amorosa y con gran cariño, sufría de soledad, desesperación y todos esos males que le otorgan a las "solteronas" 

Juana aún sigue buscando respuestas, sigue soltera, cumpliendo más años y dedicándose por un momento  a buscar a alguien que por fin se quede con ella.

Repito de nuevo la ecuación:


Juana está sola, tiene un doctorado y sus ex esposos y amantes tiene relaciones duraderas. Mientras tanto Juana se intoxica la mente con el ejercicio matemático/literario de descifrar la razón de su soledad. 
Juana sigue ahí, en una perpetue búsqueda.

La verdad que, no sé cual es el problema.
Tal vez nunca encuentre  

 respuestas, porque cuando no hay, no hay.



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