Ir al contenido principal

Ya uno está en edad de no tenerle miedo al que dirán

"Nos encontramos exactamente donde debemos estar. Aquello que percibimos como la raíz de nuestros problemas no es más que el resultado, y la raíz soy yo.

Siempre he sentido la crítica y el juicio al expresar lo que siento, lo que vivo, o simplemente lo que creo correcto. En ocasiones, uno se detiene y reformula, temiendo que los lectores desaprueben lo que se siente o piensa. Me encanta la ficción porque permite expresar libremente, sin molestar a nadie. A veces, las verdades salen a la luz gradualmente o simplemente no son tan lineales como se relatan. La ficción me permite explorar emociones más profundas y honestas a través de historias de personas extrañas, creadas y ocultas en el subconsciente. Uno puede dar pistas sin saber realmente lo que se siente.

No digo que pensar sea irrelevante, pero al analizarlo, pierde sentido. Busco caminos que expliquen cosas; a veces, sentir es más profundo, más honesto. Surfeo las olas de las emociones, y cuando estoy en la cima, todo se vuelve claro, se disfruta, se respira y se revuelca en las profundas aguas de lo que a veces creemos que sucede dentro de nosotros.

Escribir es liberar eso que llevamos dentro, y cuando dejo de hacerlo, me enredo, formando una bola de nieve que crece hasta que choca con algo, causando incomodidad o alivio, dependiendo de su tamaño.

Las personas a nuestro alrededor no son la causa de nuestros problemas. Mi cerebro, y tal vez el tuyo, procesa tanta información porque hay casos en los que sí puede ser la causa, especialmente cuando las heridas son profundas o mortales. En esas crisis existenciales, cuando las relaciones fallan, cuando nos abandonan o nos engañan, compararlo con situaciones más graves nos ayuda a poner las cosas en perspectiva. En esos momentos, detengo mi pensamiento, calmo el maremoto en mi cabeza y dejo que el tiempo traiga tranquilidad.

Todo es confuso cuando intento expresar mis pensamientos. Pienso en lo que otros pensarán, en la necesidad de no escribir, y concluyo que debería borrarlo todo porque aparentemente no digo nada.

Este ejercicio de buscar información dentro de mí, mientras escribo, es lo único que me hace feliz y me desconecta de todo. Recrear con palabras lo que pasa en mi cabeza es un acto de descubrimiento, y a veces, con suerte, encuentro las palabras correctas para describir lo que siento.

Tengo tanto que decir y a veces no sé por dónde empezar. Este texto aparentemente sin sentido es el inicio de muchas dudas, pero esta vez, decidí enfrentar el miedo y escribir lo que siento. Todo lo que está escrito aquí no debe ser tomado en serio. ¡Guiño, guiño! O tal vez no.

ilustración de Sanyu.go
Ilustración de Sayu.go


Pdt: la imagen me recuerda cuando estaba viendo una serie, asi estaba y luego escribí esto. no está relacionada al texto, solo un pedazo de pasado conectado con el futuro. Solo me gustó la ilustración

Entradas populares de este blog

Para ti de mi

Hay lugares a los que uno no vuelve, y personas de las que no se regresa.   Está claro que a quien más fallamos es a nosotros mismos. Nos mentimos, procrastinamos, no nos cuidamos, no soportamos la soledad, nos invaden pensamientos obsesivos, no comemos bien, no hacemos ejercicio... y la lista sigue. Cuando era niña, vivía en un lugar que me parecía maravilloso, cerca del río, y tenía un gran amigo: un enorme samán. Disfrutaba del río, de mis momentos de juego en soledad y de regresar justo antes de que anocheciera, cuando comenzaba esa sensación de que alguien te observaba. No tenía más responsabilidades que jugar, hacer tareas y limpiar la casa. Esos eran mis compromisos de niña. Ahora, tengo muchos pendientes. Podría convertirme, sin querer, en un alma en pena, como esas que no cruzan a mejor vida porque no logran resolver sus asuntos terrenales. Podríamos decir que caminamos por la vida como asuntos pendientes, mirando el celular en busca de videos que nos distraigan de lo desa...

Estamos

Estamos destinados a la tristeza, y lo asumo con mucha alegría. Había estado bebiendo, como siempre, sola en mi casa. En ese punto ya me preguntaba si era alcohólica o simplemente infeliz. Me desvié por la infelicidad; creo que es un estado del que cuesta salir. Estaba cansada de tener siempre cosas fugaces en mi vida, como si eso fuera mi única victoria. Estuve un rato observando a una pequeña hormiga tratando de cargar una croqueta tres veces mayor que su cuerpo. Lo logró. Y me pregunté: ¿por qué tienen tanta determinación? Me serví la última copa de mi segunda botella. Malbec, mi uva favorita. Sigo pensando en mi vida mientras la comparo con la hormiga. En mi inmensa humanidad, me gustaría ser tan diminuta como ella… y no solo sentirme así. Estaba por irme a dormir cuando sonó el teléfono. Era Diana, llamando desde España. Eso significaba que salía de una fiesta, porque ya debía ser madrugada allá. Dejé sonar. No contesté. Insistió.  — Hola —Alo, mi amor… pero qué bella voz. No ...

Carlitos

"Cantemos en coro cerca de las nubes, ahora que nadie nos ve" Carlitos se levantaba cada día sin una razón clara. La luz atravesaba las delgadas cortinas de su habitación, hiriéndole apenas los ojos. Durante unos segundos se sentía animado, pero la sensación desaparecía pronto. Se encogía de hombros, se sentaba al borde de la cama y arqueaba la espalda. Buscaba una razón para ponerse en pie, sin encontrar ninguna. Aun así, se levantaba. Ese día, el cielo estaba despejado y las nubes se habían disipado, dejando al firmamento respirar. —Qué laguna titánica la de allá arriba —pensó. Sentirse tan pequeño ante el cielo le recordaba su debilidad. Incluso su nombre, “Carlitos” le sonaba reducido, como si llevara ya una carga encima. Lo llamaban así, por defecto. Por olvido. II Ella trabajaba en el taller de su padre: lavaba autos, desmontaba motores. Su padre había querido un varón, pero nació mujer. No supo qué hacer con eso, así que simplemente le puso el nombre que ya ten...