Ir al contenido principal

Para ti de mi

Hay lugares a los que uno no vuelve, y personas de las que no se regresa.

 

Está claro que a quien más fallamos es a nosotros mismos. Nos mentimos, procrastinamos, no nos cuidamos, no soportamos la soledad, nos invaden pensamientos obsesivos, no comemos bien, no hacemos ejercicio... y la lista sigue.

Cuando era niña, vivía en un lugar que me parecía maravilloso, cerca del río, y tenía un gran amigo: un enorme samán. Disfrutaba del río, de mis momentos de juego en soledad y de regresar justo antes de que anocheciera, cuando comenzaba esa sensación de que alguien te observaba. No tenía más responsabilidades que jugar, hacer tareas y limpiar la casa. Esos eran mis compromisos de niña. Ahora, tengo muchos pendientes. Podría convertirme, sin querer, en un alma en pena, como esas que no cruzan a mejor vida porque no logran resolver sus asuntos terrenales.

Podríamos decir que caminamos por la vida como asuntos pendientes, mirando el celular en busca de videos que nos distraigan de lo desagradable que es atendernos a nosotros mismos. Procrastinar es nuestro deporte favorito. Vivimos en el pasado, lo revivimos una y otra vez, pero no nos gusta barrer las telarañas de los recuerdos que ya no nos hacen bien. Sufrimos por el futuro y por lo que no hemos logrado, sin hacer ejercicio, comiendo por los deseos de un "dulcito" o de algo que nos haga sentir bien por un momento.

Al parecer, nos gusta sufrir. Nos gusta vivir en cualquier parte menos en el presente. Y sí, suena trillado y aburrido, pero es lo más difícil que podemos hacer: vivir el ahora. Vivir es como escribir. En este momento, no estoy en ningún otro lugar que no sea tecleando estas palabras.

No puedo estar ni en el pasado ni en el futuro. Podemos ir un ratito al pasado para buscar la nostalgia, y otro momento al futuro para encontrar la esperanza. Pero no podemos vivir en ninguno de esos dos lugares.

Debemos hacernos responsables. No te digo que abandonemos todo de inmediato. Vamos con calma, pero hacia otro destino, uno que realmente deseamos y que no nos asusta porque sentimos que no podemos alcanzarlo.

No digo que salgamos a correr maratones, pero empecemos por caminar. No hagamos una dieta estricta, pero dejemos de comer ese dulce habitual por un día, poco a poco. Despacio. No iremos a toda velocidad para llegar primero, pero te aseguro que, de este modo, llegaremos más lejos.

 

by Monica Barengo

Entradas populares de este blog

Juguemos al juego de confiar

Volvamos al momento en que me dijiste: confía en mí. Confiar en el otro es lanzarte sin paracaídas . Es un acto de fe, de otorgarle a alguien la capacidad de conocer tus secretos, de expresarte cómo te sientes, o simplemente dejarte ver con todos tus errores, sin temor a ser juzgado. No juzgar es algo muy difícil. Emitir un juicio de valor cuando alguien en quien confías rompe alguna norma que tienes sobre la confianza, el amor, el respeto o la amistad puede ser inevitable. Para cada persona, estas palabras —amor, respeto, amistad— tienen significados distintos. Cada quien les otorga valor según su experiencia. Como dice la frase: "Cada ser es lo que hace con lo que hicieron de él". Y ahí surge una maraña de emociones y contradicciones, porque la realidad de uno nunca es igual a la de otro. En fin, no quiero sobrepensar este tema ni irme por las ramas. Lo que busco es escribir para resistir esos momentos en los que la vida no tiene sentido. Hay cosas que se quedan contigo, si...

Estamos

Estamos destinados a la tristeza, y lo asumo con mucha alegría. Había estado bebiendo, como siempre, sola en mi casa. En ese punto ya me preguntaba si era alcohólica o simplemente infeliz. Me desvié por la infelicidad; creo que es un estado del que cuesta salir. Estaba cansada de tener siempre cosas fugaces en mi vida, como si eso fuera mi única victoria. Estuve un rato observando a una pequeña hormiga tratando de cargar una croqueta tres veces mayor que su cuerpo. Lo logró. Y me pregunté: ¿por qué tienen tanta determinación? Me serví la última copa de mi segunda botella. Malbec, mi uva favorita. Sigo pensando en mi vida mientras la comparo con la hormiga. En mi inmensa humanidad, me gustaría ser tan diminuta como ella… y no solo sentirme así. Estaba por irme a dormir cuando sonó el teléfono. Era Diana, llamando desde España. Eso significaba que salía de una fiesta, porque ya debía ser madrugada allá. Dejé sonar. No contesté. Insistió.  — Hola —Alo, mi amor… pero qué bella voz. No ...