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Mostrando entradas de 2020

Mundo extraño

Cuando escribo me libero, pero a veces, me escribo un mensaje secreto. Creo que mis filtros al escribir están todos consientes del miedo que me provoca escribir de mis miedos. Miedo al miedo. Pero todo esto se debe a mi mala costumbre de pensar en el otro y no es malo pensar en el otro, lo malo es olvidarse de uno mismo.  Trato de escribir sin filtros, no miento, ficciono, pero no miento.  Muchas veces escribo cosas verdaderas, pero no reales. Escribir me calma, escribo, escribo y escribo y es ahí, donde por primera vez me siento conmigo a tomar café, me mimo y me abrazo, me consuelo y me digo que, todo va a estar bien.  Surgen recuerdos alegres, como por ejemplo que de niña jugaba sola, me iba al río cerca de mi casa y me imaginaba que yo era la elegida de algún mundo extraño y que alguien me estaba buscando, que cruzaba galaxias para encontrarme, me imaginaba que se abría un portal y que alguien me entregaba un anillo o algo que me daría poder. En serio, así jugaba, lo recuerdo

si me duele, escribo

  Reglas para vivir mejor, la última y no menos importante: si ves un gato en la calle, acarícialo , si se dej a. Cuando escribo,  mis amigos, no todos, pero en su mayoría piensan que siempre hablo de mí, cosa que no siempre es cierto, normalmente, tomo personajes que conozco y me inspiro, creo que al escribir en primera persona es un poco confuso, pero me siento cómoda al hacerlo de esa manera. Igual no es que sea un problema que piensen eso, sino más bien es cuando escribo en un tono triste, agradezco la preocupación, pero no, no siempre soy yo. Hay días en mi vida que pienso más en mi niñez, hay días en cambio que pienso en mi yo del futuro, y otros, muy pocos, pienso solo en mí, como ahora. Quisiera tener la formula o la receta para vivir mejor, o por lo menos conocer, cómo no caer en vacíos existenciales, que lo único que provocan es pensar en un pasado hiriente y un negro futuro. Cuando esos días llegan empiezo a hablar, hablo primero sola, luego busco a mis amigos (los cuales le

Vagabundo

Qué se escribe por la madrugada. Qué más patética que una escritora llorando con un gato vagabundo a quien no buscó, pero la acompaña. Al parecer el animal la encontró a ella. Cada mañana el gato vagabundo se va y vuelve por las noches a enredarse entre sus pies, mientras ella camina esquivándolo, le ronronea, le pone sus patitas en la cara después que la patética escritora empieza a llorar sin algún motivo en especial, solo está afligida.   En este momento, el gato vagabundo está entre sus piernas mirando la pantalla de la computadora, como si supiera leer lo que ella escribe, pero no sabe, no entiende, solo está ronroneando, y ella supone que lo que hace es acompañarla, pero eso es lo que ella cree. Pero no es verdad, porque lo gatos no saben de patéticas escritoras que lloran por las madrugadas. Ahora el vagabundo se estira entre sus piernas, se hace bolita y empieza a jugar poco a poco con las manos de la patética escritora. Es de color negro. Dicen que los gatos de e
Te merecías un cuento, una novela, un relato. Lo que no te merecías fue haberte dejado de querer primero. He aprendido a dar espacios con los silencios. Me costó entenderlos. Tenemos tanto en la cabeza que no sabemos sacar lo mejor, sino lo primero. Lo más fácil. Lo que creemos importante pero no necesario. Estoy escribiendo menos. Y mal, de paso. Me tomo varias tazas de café y eso me hace pensar demasiado en lo mismo, repito en mi cabeza una y otra vez la misma idea y el sentimiento de culpa recorre todas las telarañas en mi mente. En dónde está la mente. Dónde duerme. En qué parte de nuestro cerebro queda su habitación. Para tumbarle la puerta. A pesar de que no tengo la culpa de dejarlo de amar primero, dicen muchas canciones que uno no decide enamorarse, también dicen que uno no decide dejar de amar. No decidimos entonces un carajo o qué? Yo creo que sí decidimos, pero si me preguntan cómo funciona, pues mi respuesta será NO TENGO NI PUTA IDEA. Estoy

El color de la soledad

“Miren ese globo en el cielo. Es azul. ¿Está subiendo o bajando? Está bajando.  Baja lento muy lento.  Demasiado.  Te desesperas,  pero te mantienes quieta, mirando, incrédula aún porque piensas que está subiendo.  Pero baja. Baja lento muy lento.” Fragmento de una canción. A veces dejo que la tristeza me gane.  Me envuelva, me olvido de los problemas y me arropo los pies con la tristeza. ¿Has sentido como el miedo entra por los pies? La tristeza a veces es cálida. A veces cuando la sientes muy cerquita te provoca dejarla entrar, lamerla un poco. Como un gato. Hay ciertas mañanas que me lavo la cara y siento tan intensamente el agua. Pero solo lo percibo con los ojos cerrados. Mira, te invito a que hagas algo, dale, inténtalo, no te demoras. Ahí donde estés. Cierra los ojos y con tus dedos en forma de rastrillo,  pásalos por tu cara, lentamente, con suavidad. Ahora, haz lo mismo con los ojos abi

Carlitos

"Cantemos en coro cerca de las nubes, ahora que nadie nos ve" Carlitos se levanta todos los días ya porque sí. La luz atraviesa las delgadas cortinas de su habitación y le contaminan la pupila que se achica. Con esa pequeña luz hiriéndolo levemente, logra despertarse animoso por unos segundos, pero luego se encoge de hombros, se sienta al filo de su cama y arquea su espalda. Trata de encontrar la razón para ponerse en pie. No encuentra ninguna. De todos modos, se levanta. Las nubes disipadas le dan al firmamento el espacio necesario para que respire. ¡Qué laguna titánica la de allá arriba! pensó. A su vez le producía la sensación de ser diminuto, encorvado y debilucho. —Carlitos— escuchó de lejos su nombre. Se sintió reducido. Hasta su nombre se lo encogieron, se lo debilitaron con todo el poder de empequeñecer que tienen los diminutivos. Lo llaman Carlitos también por defecto. *** Yo trabajaba en el taller de mi papá, lavando los carros y des

"Un día desperté y no supe qué decir"

Tengo algo que decir: Sí, es un espacio en blanco. Tengo la sensación de querer decir mucho. Siento las ganas, pero no siento el tráfico de palabras acumularse en mi garganta.  Esta pandemia me quita/ palabras/respuestas. La presión en el pecho, las madrugadas que me despierto. Me sumerjo en el mar y grito.   Expulso quizás lo que siento que no me deja hablar. Pero No se va. ¿Qué voy a hacer si sigo así? No entiendo mucho de lo que me pasa, ni pienso demasiado en nada. ¿Acaso no me hago bien las preguntas? O es que no tengo ninguna respuesta de nada. No quiero creer que existen sirenas, ni en su canto, ni en su cabello, ni en nada. No quiero creer en nada. No Quiero escribir antes de hablar. Quiero que mi voz se fusione con el aire sin pensarlo tanto. Sin decir algo que en realidad no quiero decir. Quiero hablar, soltarlo todo. Pensar en qué decir está bien, pero no saber qué decir es mi proble

A la mierda el pudor y las películas

Vamos a la playa en calzones. Eso del pudor no nos preocupa, nos decimos ¡qué chucha!  Ya andamos casi que en sostén y calzón todo el día. Desayunamos juntas y luego cada una tiene su espacio.  Cada una tiene algo qué hacer. Una se va a la playa a leer, otra al bar del hotel a hacer una videollamada, porque allá la señal de internet es mejor. Yo en cambio me quedo viendo películas que ya me he visto, (la vieja confiable)   “Pierdo el tiempo” me digo, “pero no es perderlo” me contesto, y me vuelvo a preguntar -como golpe bajo-: ¿Por qué no me aventuro a ver películas nuevas? ¿Me da temor acaso que me decepcione y en realidad no estoy para decepciones? No en esta cuarentena, me respondo al fin. Me cuido, soy cautelosa en las películas, me vuelvo a ver las que más me gustan, escojo a veces películas fáciles de ver, graciosas, todo tranqui . De vez en cuando escojo una que me haga llorar. Ya saben, para sacar un poquito la tristeza. Mejor sigamos hablando del p
Casi dos días postrada en cama, sofá o donde sea que mi cuerpo se detuviese. Tampoco es que se movía mucho, de la cama al sofá del sofá al otro mueble y así.  La noche anterior nos dormimos entre carcajadas viendo un perfil de alguien poco interesante. Me dormí riendo. Pero al amanecer mi cuerpo no se levantó sino hasta las dos de la tarde. —No te había visto dormir tanto, me dijeron. Y pues nunca había dormido tanto, ni si quiera en mis borracheras. Simplemente no estaba, estaba solo mi cuerpo que se hundía sin ninguna resistencia. Me sentía cansada, de mal humor.  Cerraba mis ojos en busca de algún recuerdo, idea, pensamiento, persona, algo que le dé sentido a la gran tristeza que me cargaba. Pasé casi dos días así, hasta ahora, que salí de mi doble encierro. Para todo mal, el mar , dice mi amiga. Así que como remedio el mar, el mar, el mar y el mar.  Suena lindo, pero aún cargo un poco de esta arena de soledad. Es como un abandono, lo identifico como cuando a