Qué se escribe por la madrugada.
Qué más patética que una escritora llorando con un gato vagabundo a quien no buscó, pero la acompaña. Al parecer
el animal la encontró a ella. Cada mañana el gato vagabundo se va y vuelve por las
noches a enredarse entre sus pies, mientras ella camina esquivándolo, le ronronea, le pone sus patitas en la cara después que la patética escritora empieza a
llorar sin algún motivo en especial, solo está afligida.
En este momento, el gato vagabundo está entre sus
piernas mirando la pantalla de la computadora, como si supiera leer lo que ella
escribe, pero no sabe, no entiende, solo está ronroneando, y ella supone que lo
que hace es acompañarla, pero eso es lo que ella cree. Pero no es verdad,
porque lo gatos no saben de patéticas escritoras que lloran por las madrugadas.
Ahora el vagabundo se estira entre sus piernas, se hace bolita y empieza a jugar poco a poco con las manos de
la patética escritora. Es de color negro. Dicen que los gatos de este color cuidan
el hogar.
¿Qué hogar? Se pregunta. Lo ha buscado por tanto tiempo,
y a veces, madrugadas como estas, no sabe cómo hablar de estos temas,
porque en seguida la bombardean con más preguntas de las cuales no tiene ninguna
respuesta. No las tiene.
En un pequeño pueblo cerca del mar, está una mujer que año tras año busca un cariñito sincero, un trabajo
que le gusta, y un lugar, que a donde vaya, siempre se pueda volver. Todas estas cosas las ha conseguido, pero no por mucho tiempo y madrugadas como estas, se acuesta en una cama que no es suya y empieza a sentirse sola, perdida en el
tiempo, pensando en qué hacer, ella, el vagabundo y quien se esté sintiendo
como ella. Como los dos.
No está triste, eso no, solo que escribe para entenderse, mañana con
seguridad estará riéndose, con mente positiva y sobre todo con ganas de
conseguir esas tres cosas importantes para ella. No se va a rendir, pero ahora, cuando el gato vagabundo se acurruca junto a ella en forma de
espiral, como un camino que va creciendo, se siente menos sola, siente como si fuera su hogar. Aunque eso por ahora tenga forma de un gato
vagabundo que suele acompañar a patéticas escritoras en madrugadas como las de hoy.