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Mostrando entradas de abril, 2020

Carlitos

"Cantemos en coro cerca de las nubes, ahora que nadie nos ve" Carlitos se levanta todos los días ya porque sí. La luz atraviesa las delgadas cortinas de su habitación y le contaminan la pupila que se achica. Con esa pequeña luz hiriéndolo levemente, logra despertarse animoso por unos segundos, pero luego se encoge de hombros, se sienta al filo de su cama y arquea su espalda. Trata de encontrar la razón para ponerse en pie. No encuentra ninguna. De todos modos, se levanta. Las nubes disipadas le dan al firmamento el espacio necesario para que respire. ¡Qué laguna titánica la de allá arriba! pensó. A su vez le producía la sensación de ser diminuto, encorvado y debilucho. —Carlitos— escuchó de lejos su nombre. Se sintió reducido. Hasta su nombre se lo encogieron, se lo debilitaron con todo el poder de empequeñecer que tienen los diminutivos. Lo llaman Carlitos también por defecto. *** Yo trabajaba en el taller de mi papá, lavando los carros y des

"Un día desperté y no supe qué decir"

Tengo algo que decir: Sí, es un espacio en blanco. Tengo la sensación de querer decir mucho. Siento las ganas, pero no siento el tráfico de palabras acumularse en mi garganta.  Esta pandemia me quita/ palabras/respuestas. La presión en el pecho, las madrugadas que me despierto. Me sumerjo en el mar y grito.   Expulso quizás lo que siento que no me deja hablar. Pero No se va. ¿Qué voy a hacer si sigo así? No entiendo mucho de lo que me pasa, ni pienso demasiado en nada. ¿Acaso no me hago bien las preguntas? O es que no tengo ninguna respuesta de nada. No quiero creer que existen sirenas, ni en su canto, ni en su cabello, ni en nada. No quiero creer en nada. No Quiero escribir antes de hablar. Quiero que mi voz se fusione con el aire sin pensarlo tanto. Sin decir algo que en realidad no quiero decir. Quiero hablar, soltarlo todo. Pensar en qué decir está bien, pero no saber qué decir es mi proble

A la mierda el pudor y las películas

Vamos a la playa en calzones. Eso del pudor no nos preocupa, nos decimos ¡qué chucha!  Ya andamos casi que en sostén y calzón todo el día. Desayunamos juntas y luego cada una tiene su espacio.  Cada una tiene algo qué hacer. Una se va a la playa a leer, otra al bar del hotel a hacer una videollamada, porque allá la señal de internet es mejor. Yo en cambio me quedo viendo películas que ya me he visto, (la vieja confiable)   “Pierdo el tiempo” me digo, “pero no es perderlo” me contesto, y me vuelvo a preguntar -como golpe bajo-: ¿Por qué no me aventuro a ver películas nuevas? ¿Me da temor acaso que me decepcione y en realidad no estoy para decepciones? No en esta cuarentena, me respondo al fin. Me cuido, soy cautelosa en las películas, me vuelvo a ver las que más me gustan, escojo a veces películas fáciles de ver, graciosas, todo tranqui . De vez en cuando escojo una que me haga llorar. Ya saben, para sacar un poquito la tristeza. Mejor sigamos hablando del p
Casi dos días postrada en cama, sofá o donde sea que mi cuerpo se detuviese. Tampoco es que se movía mucho, de la cama al sofá del sofá al otro mueble y así.  La noche anterior nos dormimos entre carcajadas viendo un perfil de alguien poco interesante. Me dormí riendo. Pero al amanecer mi cuerpo no se levantó sino hasta las dos de la tarde. —No te había visto dormir tanto, me dijeron. Y pues nunca había dormido tanto, ni si quiera en mis borracheras. Simplemente no estaba, estaba solo mi cuerpo que se hundía sin ninguna resistencia. Me sentía cansada, de mal humor.  Cerraba mis ojos en busca de algún recuerdo, idea, pensamiento, persona, algo que le dé sentido a la gran tristeza que me cargaba. Pasé casi dos días así, hasta ahora, que salí de mi doble encierro. Para todo mal, el mar , dice mi amiga. Así que como remedio el mar, el mar, el mar y el mar.  Suena lindo, pero aún cargo un poco de esta arena de soledad. Es como un abandono, lo identifico como cuando a

¡Háganle!

John, el veterano de guerra que vive con nosotras en el hotel vacío, a veces nos cuenta un poco de cómo fue estar en guerra. Aunque no habla mucho del tema -creemos que no le gusta recordar esos días-, de las pocas veces que lo ha hecho, nos ha contado una de las medidas de seguridad, importantísima , que se debía tomar en guerra, esa medida es: tener sentido del humor. No se permitían ni por un momento no hacerse bromas, burlarse de la misma situación, hacerse chistes de ellos mismos y de la guerra. Podían perder la guerra, pero no el sentido del humor.   Confiesa además que, quienes no podían generar humor, la pasaban el doble de mal, se amargaban y normalmente sufrían de depresión, nos contó que algunos de sus amigos se volvieron locos. Pierden la noción de la realidad. Esto nos contó hace ya semanas atrás desde que iniciamos la cuarentena, esta cuarentena en la que algunos sienten que han pasado meses, otros afortunados no han perdido la noción del tiempo. Para