John, el veterano de guerra que vive con nosotras en el hotel
vacío, a veces nos cuenta un poco de cómo fue estar en guerra. Aunque no habla
mucho del tema -creemos que no le gusta recordar esos días-, de las pocas veces
que lo ha hecho, nos ha contado una de las medidas de seguridad, importantísima, que se debía tomar en
guerra, esa medida es: tener sentido del humor.
No se permitían ni por un momento no hacerse bromas, burlarse de
la misma situación, hacerse chistes de ellos mismos y de la guerra.
Podían perder la guerra, pero no el sentido del humor.
Confiesa además que, quienes no podían generar humor, la pasaban
el doble de mal, se amargaban y normalmente sufrían de depresión, nos contó que
algunos de sus amigos se volvieron locos. Pierden la noción de la realidad. Esto
nos contó hace ya semanas atrás desde que iniciamos la cuarentena, esta
cuarentena en la que algunos sienten que han pasado meses, otros afortunados no
han perdido la noción del tiempo.
Para nosotros los días están en modo aleatorio, no recordamos qué
día es, solo tenemos conciencia de la mañana, la tarde o la noche.
Estas palabras tocan la canción actual de confinamiento que llevo
en mi cabeza y me hacen pensar que la solución mágica la tenemos cerca y es la
risa.
No es fácil, se los advierto, porque reírnos de lo loco que es todo, reírnos de un virus letal acechando allá afuera, de que el mundo está cambiando totalmente, reírnos de eso, mezclado con la realidad de cada uno de nosotros, esta lejos, de ser algo fácil de hacer.
No es fácil, se los advierto, porque reírnos de lo loco que es todo, reírnos de un virus letal acechando allá afuera, de que el mundo está cambiando totalmente, reírnos de eso, mezclado con la realidad de cada uno de nosotros, esta lejos, de ser algo fácil de hacer.
Nadie puede juzgarnos por reírnos de nuestro entorno, es una solución
tan cercana y a la vez lejana, claro, depende de cómo lo estemos viviendo,
depende con quiénes estemos pasando la cuarentena, depende de qué tenemos para
comer, depende si hemos perdido a alguien, depende de tantas cosas, ¡maldita
sea!, que estoy empezando a entender que las personas que tienen este súper
poder del humor la han pasado duro en sus vidas, que han visto de esta forma,
la única manera de sobrellevar las cosas.
¡¡¡La esperanza
debe tener un poco de humor, no me jáádas!!!
Hay una persona linda para mí, con quien puedo aligerar mis miedos
y que sin decirme nada me reconforta, él, me cuenta que en el terremoto del2016 que sufrió Ecuador, principalmente la provincia de Manabí, mantuvo la
calma, pero se permitía un día el “privilegio” de sentirse indefenso, de sentir
sus miedos, pero solo por un momento, y de ahí seguía adelante tratando de transformar
todo lo negativo, no exactamente en positivo, pero sí en algo para sobrellevar
la situación que se estaba pasando.
Cada uno tiene a esa persona, ya sea un animal (una mascota) o algún
recuerdo al que aferrarse para sobrellevar esta situación, no es solo Ecuador,
es todo el mundo que está cambiando -por obligación- las costumbres que tenemos.
El humor y la tragedia van de la mano, van de alguna forma
engranados para que continuemos fuertes en el cambio. Tengo un amigo que
ahora mismo vive solo con sus gatos, en la ciudad más contagiada del país, y me
atrevo a decir del mundo, y él , sobrelleva esto codo a codo con el humor.
Tengo
otra amiga que sufre de ansiedad, y que no me la puedo imaginar de otra forma
sino rasgando las paredes.
Tengo a mi familia que aún sigue refugiándose, trabajando, amigos médicos que la siguen luchando, periodistas que salen a las calles en busca de alguna verdad que los haga entender, ¡Qué carajos pasa aquí!
Tengo a mi familia que aún sigue refugiándose, trabajando, amigos médicos que la siguen luchando, periodistas que salen a las calles en busca de alguna verdad que los haga entender, ¡Qué carajos pasa aquí!
Nosotras, las chicas poderosas que vivimos en un hotel vacío cerca
del mar, estamos recargándonos de buen humor, acuñando frases que escuchamos en
vídeos, expresiones de amigos, o con chistes viejos que se contaban en casa.
“Hágale don julio, hágale”, es una
frase que usamos para animarnos a hacer algo.
Cuando alguien cocina o simplemente leemos o vemos algo que nos
parece desagradable, nuestra expresión acopiada es me arrojo, seguido de la simulación de arcadas, jajaja… Sí, esas
cosas nos decimos, frases que nos hagan escapar de la realidad. Convertimos todo
lo convertible en humor, nos reímos de nosotras mismas, de lo complejo de esta
situación, cerramos los ojos de vez en cuando a las noticias del mundo para
dormir una hora en paz.
Leemos, bailamos, lloramos camufladas con películas
conmovedoras, hacemos lo humanamente posible hasta que todo esto termine o
hasta que el mundo se reinicie; mientras tanto nosotras seguimos
contándonos chistes agrios, malos, otros buenos, y otros que nos recuerde que
aún no todo está perdido. Por eso:
¡Hágale don julio, hágale!
Ilustración: LettyBesa