Te merecías un cuento, una novela, un relato. Lo que no te merecías fue haberte dejado de querer primero.
He aprendido a dar espacios
con los silencios. Me costó entenderlos.
Tenemos tanto en la cabeza que no
sabemos sacar lo mejor, sino lo primero. Lo más fácil. Lo que creemos
importante pero no necesario.
Estoy escribiendo menos. Y mal, de paso.
Me tomo varias tazas de café y eso me hace pensar
demasiado en lo mismo, repito en mi cabeza una y otra vez la misma idea y el
sentimiento de culpa recorre todas las telarañas en mi mente.
En dónde está la mente. Dónde duerme. En qué parte de nuestro cerebro queda su habitación. Para tumbarle la puerta.
A pesar de que
no tengo la culpa de dejarlo de amar primero, dicen muchas canciones que uno no
decide enamorarse, también dicen que uno no decide dejar de amar. No decidimos entonces un carajo o qué?
Yo creo que sí decidimos, pero si
me preguntan cómo funciona, pues mi respuesta será
NO TENGO NI PUTA IDEA.
Estoy perdida en asuntos maritales.
¿Alguien tiene un manual, la receta, una pastillita para saber qué
hacer?
Eso le preguntaba a mi psicóloga,
ella solo sonreía, pensaba que bromeaba, pero no, en el fondo eso quería. Le decía también que yo podía seguir al pie de la letra las indicaciones, pero
que me dijera qué hacer. Hasta ahora sigo esperando las instrucciones.
Lo amé mucho, más que a mí y
ese fue el problema. Ese fue el maldito problema en todo. Pienso menos en mí,
pienso más en los demás, no se puede así. Se debe llegar a un acuerdo, no puedo
desgastarme y andar descociéndome por la vida.
A qué jugamos todos, cuáles
son las reglas y quién las puso así.
No me gusta extrañar, creo que
es un sentimiento desagradable, sobre todo cuando lo que extrañas no puede estar
cerca de ti, nunca.
Siempre estamos en bucles de absolutismos. Creemos sentir un "siempre" o un "nunca" o "nadie" o lo peor un "todos".
La verdad es que nos mentimos a diario. Me miento cada día al pensar que algún día el mundo cambiará. Porque decir algún día es como decir jamás.
Pero digo otra verdad que he escondido por un largo tiempo, y es que no lo dejé de querer a él primero.
A quien deje de querer primero fue a mí.
Y ese, ese es el maldito problema.