Cuando escribo me libero, pero a veces, me escribo un mensaje secreto.
Creo que mis filtros al escribir están todos consientes del miedo
que me provoca escribir de mis miedos. Miedo al miedo.
Pero todo esto se debe a mi mala costumbre de pensar en el otro y no es
malo pensar en el otro, lo malo es olvidarse de uno mismo.
Trato de escribir sin filtros, no miento, ficciono, pero no miento.
Muchas veces escribo cosas
verdaderas, pero no reales.
Escribir me calma, escribo, escribo y escribo y es ahí, donde por primera vez
me siento conmigo a tomar café, me mimo y me abrazo, me consuelo y me digo
que, todo va a estar bien.
Surgen recuerdos alegres, como por ejemplo que
de niña jugaba sola, me iba al río cerca de mi casa y me imaginaba que yo era
la elegida de algún mundo extraño y que alguien me estaba buscando, que cruzaba
galaxias para encontrarme, me imaginaba que se abría un portal y que alguien me
entregaba un anillo o algo que me daría poder. En serio, así jugaba, lo
recuerdo tanto, tanto como cuando una noche, con el cielo despejado, estaba parada debajo de ese firmamento imponente y pude ver no
solo una estrella fugaz, sino que vi una lluvia incontable de estrellas fugaces, fue
hermoso, para mi ese día, el mundo extraño me saludaba. Así eran mis juegos, me
sentía espacial.
Extraño a esa niña, extraño jugar e imaginarme mundos lejanos, anhelo sentirme rara, ser la elegida de algún lugar donde me esperan.
El miedo se ha apoderado de esa niña, la tiene en cautiverio, la tiene aislada y siente temor por salir a combatir los males del mundo, ¿Dónde está la
niña que jugaba a ser invencible?
Resulta o no resulta que el hecho de pensar poco en mí, me ha llevado en el
camino más culebrero que me he podido imaginar, en esa laguna que de fuera se
ve hermosa pero si lo miras desde lo alto es solo agua estancada, sin
movimientos, con colores hermosos pero quieta, que de vez en cuando se mueve
con el ligero viento de la normalidad. La laguna de mi vida ha estado ahí, pero
no me he dado cuenta, me he visto cientos de veces estancada en las
mismas ecuaciones que no puedo resolver.
¿Qué es ser feliz?
El valor que no encuentro me hace desistir de hacer algo, me quedo quieta
y que la vida misma, haga lo que quiera conmigo, que si me enamoro, que si me
caso, que si tengo o no hijos, que no sea yo, quien decida, sino la vida. Como zombi. Como una
laguna. ¡Qué estupidez!
Los infiernos de Dante no me asustan y solo me pregunto en cuál de ellos
me tocará estar...
Puedo estar aquí escribiendo todo lo que me afecte, escribiendo todo lo
que quiero hacer y no he podido, escribir y escribir y no sentir. No pensar.
No es mi forma, no la ha sido, ni será, de eso estoy segura, tengo que tomar una
decisión, creo que es hora de ir a ese mundo extraño y rescatar a esa niña que
sueña y juega frente al río.
Voy a busca
a la niña del río, porque me tiene que salvar. Porque al fin lo he entendido, que esa niña que jugaba en el río me esperaba a mí.
Esa niña, se
esperaba a ella misma.