Ella escribía sobre la pared de su cuarto una letra del abecedario por día, como si en algún momento se formara una especie de word search con una respuesta. Y encontró la palabra respuesta. Tenia también en sus venas algo pendiente. Aquella adrenalina que nunca había sentido, pero sin embargo recorría su cuerpo, calmado, denso, dormida. La sentía. De repente un caos espeso aceleró su ritmo cardíaco, sus pupilas se dilataron y su lengua se fundió con el ácido. Flor de loto. No se podía saber quien disolvía a quien. En la habitación donde se encontraba Ella, se habían dos personas más. El y Lamiga. En aquel cuarto, Ella disfrutaba del nuevo estado que le brindaba el ácido fundido y amargo que se escurría entre su lengua y sus dientes. Mientras observaba a sus visitantes recortar. Su ambiente era deforme, como si al mismo tiempo el cuarto se transformaba en una cueva y que al mismo tiempo dejaba de ser cuev...