Tenia también en sus venas algo pendiente. Aquella adrenalina que nunca había sentido, pero sin embargo recorría su cuerpo, calmado, denso, dormida. La sentía.
De repente un caos espeso aceleró su ritmo cardíaco, sus pupilas se dilataron y su lengua se fundió con el ácido. Flor de loto.
No se podía saber quien disolvía a quien.
En la habitación donde se encontraba Ella, se habían dos personas más.
El y Lamiga.
En aquel cuarto, Ella disfrutaba del nuevo estado que le brindaba el ácido fundido y amargo que se escurría entre su lengua y sus dientes. Mientras observaba a sus visitantes recortar.
Su ambiente era deforme, como si al mismo tiempo el cuarto se transformaba en una cueva y que al mismo tiempo dejaba de ser cueva para convertirse en un plan. Sí, un plan. Cómo algo se podía convertir en un plan, se preguntaba Ella mientras no paraba de mirarlos. En ese mismo momento de reflexión, podía escuchar los colores.
Una mezcla de tus sensaciones que sólo el cartoncito pigmentado te ofrece.
Sin embrago ella podía sentir que aquellas personas eran libres y desequilibradas, y sentía segura. Sea o no, por el efecto del ácido.
"Dejo a consideración del lector que estas palabras se lean como un efecto de la misma droga, o sea la realidad. Porque eso era lo que sucedía".
Sus manos, las de El, recortaron la letra G que estaba impregnada encima de un cartón grande y café, un poco descolorido. Trató de hacerlo con inmediatez pero al mismo tiempo con cuidado. Esa G era muy importante, pues no tendría ningún sentido la palabra sin aquella letra.
Aquella palabra cambiaría al mundo y dejaría un mensaje de advertencia, breve, fugaz. Ninguna de las letras podían salir mal.
La risita de Lamiga transformaba el proceso de cortar, haciéndolo menos serio.
Aquella risa le producía un efecto revoltoso a El. Lamiga, siguió con su mirada las tijeras con que El recortaba. Con su mirada fija en lapunta de las tijeras, esto le produjo una lucidez amable. A la ventana la usaron como chimenea para que no se colara el aroma chamuscado de la pipa usada.
Ella observó en su estado, algo que también pudo percibir como "normal".
En la habitación se mostró otro sentir. Ella sentía que ellos se amaban, El y Lamiga. Ella solo los miraba, miraba su amor desde el filo de la cama.
Sí, se amaban, un amor anómalo. Con sus instintos apagados, idos como sus mentes.
Un desperdicio de amor.
Ella miró a Lamiga con algo de sosiego y de curiosidad. Era muy simpática, se decía para sus adentros. Era como una niña malcriada, de esas que le pides un abrazo, que rechaza con tal suavidad, seguido de un no, reducido y cálido.
Así los dos trabajaron, combinaron momentos para terminar las letras.
La P, la E, la L, la I, la G, la R y por último la O, con pasión, de esto a la final se trata todo. P a s i ón.'
Un diálogo de tantos
—No te parece que no deben hablar así, ellos no te pueden ver. Te dije que estos manes te están buscando pelea. Le dijo Lamiga casi sin importancia.
—Y quien no lo busca- Replicó El, con la misma calma.
—Sí pero ese man te esta buscando joderte desde esa vez que según él, dijo que no querías pelear, que te agüevaste, que te haces el muy punk, Terminó la frase mientras recortaba una letra.
—Déjalos, déjalos que cuenten su historia de amor— respondió con calma, mientras prendía la pipa de Lamiga
Personajes hechos y deshechos
Ya es la hora.
En la madrugada caminaban sin rumbo, pues eso querían aparentar. Caminaron con fluidez, como si el sol estuviera alumbrándolos, como si fueran a visitar a un amigo o familiar. Caminaron tranquilos en la madrugada.
Lamiga tomó el cartel con mesura, en cámara lenta, como si disfrutara realizar aquella acción.
Reconoció que aquel momento era irrepetible, que esa pared seria el lienzo de sus emociones exasperadas a su inconformismo. De una soledad holgada.
El en cambio le parecía lo más usual, normal y desgastado. De ahí viene su lucidez por la existencia, esa que te empuja a querer y creerse el mejor, el mejor en todo, luchando contra el sistema ímpetu, que golpea a quienes originan su existencia.
30 veces peligro, fue la palabra que cubrieron en aquellas paredes empapeladas de hipocresía y negligencia. Y si así no lo fuera, y si la palabra peligro lo hubieran teñido sobre la más hermosa pared, valdría lo mismo. Sería igual.
"Nunca el peligro, sin otro se vence".
Su ácido se terminó de disolver, la mente de ella estaba ya de vuelta en su cerebro. Su sangre ya no retenía ninguna hormona que la acelerase. Ya estaba como su lengua; gastada.
Todo fue un recuerdo. Un viaje.
Aquel momento sintió que lo mas seguro era ponerse en peligro, peligro las veces que sea necesario.
Para:
Los que no se cansan de rayar, para ellos, los que viven de paredes con ideas.
Escrito:
5/3/14