Completamente apartada de sí, una caricia no solamente le proporcionaba placer, sino también dolor. Dolor que disfrutaba. Amaba el dolor, mas si esta fruición, no la dejase respirar. Sentía deseo de mirar de cerca la ruina, mientras se deleitaba con el derribo. Vivía embriagada de éxtasis casi siempre, saciaba su sed de auto flagelo, de mártir, con leves rasguños que decoraban su espalda cada mañana. A veces, descargaba su dosis de placer/dolor durante el día, penetrando sus uñas afiladas en la yema de sus dedos. Con la puerta entre abierta, el aire fresco maromeaba sus paredes hasta llegar al arco abstracto que formaba la línea de su espalda. Se estremecía en su cama. Movía sus piernas con signo. Gemía con tanta dulzura que sus brazos y manos no paraban de danzar, haciendo círculos en el aire, abriendo y cerrando su boca. Sacaba su lengua, la misma que mordía con fuerza, solo la punta, hasta sentir ese agudo dolor que la calmaba. Buscó otro lugar frío para calent...