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EXCAVATUM





 Su novio y ella solían hacer todo juntos.  Así como suelen hacer las parejas que piensan que ser novios es ser igual al otro.
La rutina los envolvía. Pero los dos eran felices, claro, no sabían que estaban en una rutina. 
<Todos son felices mientras no sepan el mal que padecen>.

Hace poco cumplieron un año de noviazgo. Festejaron, hicieron el amor como lo han venido haciendo, se prometieron más amor eterno y quedaron satisfechos por ese día.

La relación siguió,  como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.

Pero hace algunos días,  en la rutina de ella alguien había aparecido. 
Es un amigo que conoció hace poco.
Quedaron en verse, mirar una peli o algo así.  Esas cosas que uno se dice cuando se tienen ganas. 

Cosas camufladas. Los dos sabían. Los dos querían.

Ella a media noche, alistaba una blusa y un pantalón para dormir en su casa. Mientras guardaba la ropa, pensó en su novio y en el "mal" que podría provocarle si se enterara. Se preguntaba así misma una y otra vez. Por qué lo hacía, al mismo tiempo que guardaba en su bolso, las pantis negras de encaje. 

Saltémonos la parte de la película, aunque sí la vieron, porque estando ahí, ninguno sabia qué decir, así que dejaron que rodara las escenas hasta que surgió un leve sueño y decidieron apagar todo. 

Se acostaron de cucharita, como si lo hubieran hecho antes.
Sintieron sus cuerpos. Su pierna rosó el encaje negro que envolvía sus nalgas redondas y frías. No aguantó. La tomó de su cintura estrecha, le dio media vuelta y de un tirón la puso en su pecho, la besó y  tocó todo su cuerpo. Ella se lo dejó ser, sin embargo sentía que no debía estar ahí haciendo lo que hacía, pero lo seguía haciendo, en el fondo lo disfrutaba. Lo quería. Lo necesitaba. Controlaba sus contradicciones.
Era la primera vez que lo hacia con un semidesconocido, un sin rostro con el que corría el riesgo de volverse a encontrar. Saber que no se volverían a ver, hubiera sido un mejor consuelo.
Ella fue con la intención de solo dormir con él, muchos dulces  le habían ablandado el alma y la hacían un poco ingenua, pero sus pantis mojadas reflejaban el deseo por ese ser nuevo, desconocido, extraño. Ese deseo de hacer las cosas que criticarían la mayoría. Una mayoría reprimida.
El sexo los agotó. 
Amaneció. 
Ella despertó,se duchó y salió. Quería ir a su casa y sentir que no había pasado nada. Salir de su puerta, la que cada mañana cierra con llave e  ir directamente a su trabajo, como todos los días. 

Engañarse era una buena opción. Pero no duró mucho.
Todos pueden esconderse de otros, menos de si mismo. 

Ya lo hizo, y no había vuelta atrás, ni para tomar viada.  

Consultó con varios amigos el malestar que sentía. 
Decía estar en una montaña rusa de emociones. 
Ella explicaba que era como cuando el carrito, el de la montaña rusa, estaba subiendo la cuesta, digamos que esa es la moral, que la acribillaban  y la dejaban en el suelo. Pero cuando el carrito ya estaba en la cima, y se preparaba para bajar a toda velocidad, sentía, que dentro de ella, emanaba una descarga de emociones liberales. Aliviadora.
A toda velocidad el carrito consideraba que todos sus recuerdos y sus acciones  los había disfrutado, se sentía bien, ella lo hizo porque sintió que él, era alguien interesante y que en ese momento la llenaba. Pero luego ese mismo carrito, (de nuevo la moral) volvía a subir la montaña y las emociones de culpabilidad la abordaban.
A OSCURAS

Ya en su cama por la noche, recordó cuando él la vio desnuda, le dijo que su pecho era excavatum, mientras sus dedos recorrieron en medio de sus costillas hasta llegar al pequeño hueco, en el centro de su pecho. A eso le llamaba así. 
Ella decía tener ese espacio, porque representaba su vacío, y cuando desapareciese, fuera cuando ella estaría completa. Él siguió sin darle mucho importancia a su comentario, siguió explicándole en términos técnicos. 
En medicina todo se ve diferente.
Aquellos pedazos de recuerdos cayeron como lluvia y  volvieron a mojar sus pantis. Recordó sus manos.
Sus suaves manos! Qué delicia! 
Fue lo mejor de sus recuerdos. 
Sus manos, sus dedos largos. La piel que cubría los cinco huesos.
Después de hacer un recorrido mental de su anatomía, 
sintió la incertidumbre de no saber cuánto tiempo tardaría en la montaña rusa. 
Lo único que supo es que las ganas la avivaron, pero estas solo aparecen cuando su mente lo evocaba.  
De recuerdos también se vive, pensó. 

Mala o buena. Fácil o difícil. Ligera o ruda, cualquiera de todas, era ella. 

Solo que esa vez, no se dio cuenta. 



Hasta que se desnudó, de nuevo.





De pequeñas historias, está formada la memoria. 

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