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Ilustración Nanu Kübler. |
Mientras conversaba acerca del acoso con una amiga que es
madre, tuvimos una reacción similar con este tema. Fue como si ella y yo
hiciéramos lo mismo en nuestra defensa. Me horrorizó pensar que hay
más mujeres allá afuera que hacen lo mismo. Te lo voy a contar.
Me da miedo decir que el acoso es algo común en nuestros días. Pero hay
una reacción que pasa cuando caminamos y nos acosan, y es que, nos hacemos las
ciegas, sordas y mudas como arma de defensa.
Con mi amiga
seguíamos conversando del tema con experiencias propias, ella me contó que
no le gusta ir sola a dejar a su hijo a la guardería, porque justo en la
esquina se encuentran casi siempre un grupo de hombres que cada vez que pasa
(con su hijo en brazos) emiten comentarios que la hacen sentir incómoda,
camuflados de buenos días. Con esta frase nos basta y sobra para reconocer las
malas intenciones. ¡Vamos! que sabemos
cuándo nos saludan y cuando nos acosan.
Mi amiga me confesó
que se hace la que no escucha. Para ella es lo mejor, pues cree que
aquellos hombres pueden reaccionar con violencia.
—Creo que 10 de cada 10 mujeres se hacen las que no escuchan ni ven nada
cuando las acosan en la calle, por miedo.
Pero esto debe acabar, me digo a mí misma.
Siento un gran enojo y me siento identificada al mismo tiempo, le digo
que no debemos responder con groserías, sino reclamar con energía y decir
que no necesitamos de piropos mal intencionados, es más, no necesitamos de
piropos.
En este
momento puede que tú madre, hermana o hija esté siendo acosada.
Sigo conversando con mi amiga del tema, decidimos y creemos que esto debe
cambiar, que esta espiral del silencio debe ser quebrada desde adentro y por
nosotras.
La conversación se queda en mi mente. Cuando voy a tomar el bus, una
cuadra antes visualizo a un hombre que está hablando por teléfono y a medida
que me estoy acercando, el hombre empieza a bajar su teléfono de su oreja solo
para decirme un montón de palabras mal intencionadas, todo fue muy rápido, pero
cuando lo recuerdo me cabreo, todo pasa por mi cabeza en cámara lenta e imagino
como esas palabras se escurrían por su boca pegajosa.
No pienso en ese momento y solo actúo.
Le grito: ¡¡Qué asco!!
y sigo muy enérgicamente y me paro con los brazos cruzados en la
parada del bus.
El hombre sigue conversando por teléfono como si nada y en un momento me
sigue hasta la parada, continúa hablando por teléfono o fingiendo hablar. El
tipo me mira directamente a la cara. Yo estaba enojada, pensando que, si me
volvía a decir algo más, lo golpeaba. Es que estaba furiosa y recordaba a mi
amiga asustada, siendo acosada con su hijo en brazos. Estaba enfierada, capaz de defenderme y no
permitir más este abuso silencioso. Se me cruzó la idea que el tipo se subiría
en el bus conmigo, ya que dejó de hablar por teléfono y seguía en la parada,
mirándome. Me puse en alerta. Seguía con la idea de hacer lo posible para que
no me dijera nada más, pero cuando llegó el bus no se subió y fue ahí donde me
di cuenta que lo que intentaba hacer era intimidarme, quería que supiera que
él, iba a hacer lo que quisiera, sin importarle nada.
En el bus me quedé
sentada, con un tráfico de palabras en mi garganta. Con un discurso no dicho en
mi defensa. Con la sensación de haber podido hacer algo más...
Esto debe acabar, no podemos permitir que siga esta amenaza silenciosa,
no digo que debamos entrarles a golpes a todos. Pero me enoja cuando alguien
dice que nosotras nos quejamos porque los que nos piropean son personas que no
nos gustan, que todo depende de quién nos lance el piropo, pero es
mentira, nosotras sabemos, nosotras sentimos esa mala intención del “guapa” que
te dicen por la calle. Sí, esa simple palabra puede llegar a ser tan incómoda y
a llenarnos de miedos.
Yo estoy segura que las mujeres que leen esto saben de qué hablo, pero
si no lo entiendes, te explico por qué no es fácil denunciar el
acoso.
Imagina que estas en la fila esperando tu turno, es un día caluroso y
estas parado como media hora. Por fin te toca y te atiende una
persona lo menos interesada en resolver tu problema. Te hace esperar, no te
dice que se va a demorar, mientras ella se levanta a hacer algo
desconocido y sigue sin atenderte. Tú le dices que se apure lo más educado,
pero no funciona. Esta persona te mira mal y usa un tono de voz para hacerte
sentir que no eres el único que está esperando y que la regla es seguir esperando.
Imagina ahora
que tienes el departamento de quejas, pero, ¿qué vas a decir? Algo así como: "Vengo
a quejarme porque la persona que me atendió usó un tono feo conmigo".
¿Sí me explico? sí entiendes mi
punto? tiene lógica reclamar esto, pero cómo lo haces sin que suene tonto o sin
fundamentos.
¿Cómo hacemos
entonces si queremos denunciar y en respuesta nos ridiculizan o nos cataloguen
como unas exageradas?
Hubo un maltrato,
pero es invisibilizado y de paso se burlan.
Nosotras no necesitamos que nos digan algo sobre nuestra apariencia, los
hombres no salen a la calle y son abordados por mujeres que le dicen lo lindos
o lo sexy que se ven, NO HAY NINGUNA.
No queremos halagos,
queremos sentirnos seguras al caminar. He recibido palabras bonitas, buenos
días también, pero son bien recibidos cuando no las balbucean, o no lo dicen en
voz baja.
Queremos caminar tranquilas y no sentir miedo. Es hora de llenarnos
de valor y enfrentarlo, romper la espiral, salir a la calle sin miedo.
No queremos que nos
digan halagos, queremos seguridad y respeto. Preferimos el silencio. y al
caminar por la calle no ver a los hombres como amenaza.
Nuestra tranquilidad
no tiene precio, debemos romper de una vez y por toda esta espiral que es
como brea, en la que hemos estado sin poder hacer más que hundirnos lentamente
y en silencio.
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Ilustración Debi Hasky. |
Te lo explico visual: 👇
https://www.facebook.com/EhUniverso/videos/354459238627892/UzpfSTEwMDAwMTczMjEwNzE4NjoyMDUzMTkwNjE4MDgxOTg4/