Somos el granito de arena que lleva encima de su casa, el caracol en la playa.
Imagina que estas viajando en un auto, camioneta, bus o tren, lo que quieras.
Imagina también que estas en una ruta tranquila, sin baches, todo suave, estas cómodo, con el clima perfecto, mirando por la ventana.
El mejor puesto para viajar.
Mientras tanto ves pasar los árboles y ves por instantes pequeñas escenas de lo que hacen las personas en el camino.
Lees letreros, miras al cielo. Todo pasa al ritmo del viaje. Justo en ese momento es cuando muchas cosas se te vienen a la mente.
Cosas muy importantes, otras tan sencillas que no te tomas el tiempo de pensarlas tanto, pero cuando estas en movimiento son en las que más piensas.
En un momento se te vienen personas a la mente, momentos, diálogos, fotitos de cada cosa que quizás, te pasó en el día, semana incluso años atrás.
Luego de estar en el viaje pienso que la ventana y el recorrido son lugares donde digieres mejor tus emociones, a veces te motiva para realizar lo que le has puesto pausa hace tiempo. Te vienen ideas de mejorar cosas, de hablarle a personas distantes o de ya no hacerlo. Te sientes liviano, te sientes en un viaje que no quieres parar, porque puede que el lugar donde te quedes, sea el lugar donde abandones de nuevo todo en lo que pensaste. Tu avance, tu buen humor...
Pero espera, aún no te bajes de ese viaje, cierra los ojos por un momento y canaliza lo que sientes, imagínalo, escríbelo o solo quédate unos minutos más con los ojos cerrados y esperando que esas imágenes te hagan sentir lo que en verdad quieres hacer.
Abre los ojos. Respira profundo y si es posible mañana piensa un poco más en el viaje que hiciste. Hazlo una rutina, crea ese vínculo que quizás perdiste, esos momentos de tener un tiempo contigo a solas, tú, la ventana y el viaje.