Tenía 5 años y un pug, uno de esos perritos que si lo dejas dentro de una funda, parecen hechos de pan de molde.
Desde pequeño, soñaba con llegar al otro lado del mundo, quería saltar de un abismo con tal de que el riego sea la libertad. A los 5 años él guardó tantas energías que hasta ahora, a sus veintitantos años sigue con las mismas ganas.
Le llegan pensamientos como “Los colores no importan” pero se arrepiente en seguida, él mismo se siente traicionado. Lo bueno es que no se complica, no se gasta el alma en peleas, siempre reparte a sus amigos, como esencia y nos hace sentir que estamos en nuestro lugar favorito. Compartir con él, es como si cada mañana tomáramos pan con nubes.
El color que lo miro, es el mismo que me regala cada vez que, con su energía hace que el día fluya.