Ir al contenido principal

No es cuestión de tiempo


“Yo tengo la obsesión del viaje. Siempre creo que voy a solucionar todo yéndome”


El tiempo dice que fue creado por Dios, otros dicen que también lo fue creado por el hombre, que no existe dicen los estudiados, aunque mis amigos de habitación creen que es una construcción social.

El tiempo solo se lo observa por medio del reloj, calendarios, no precisamente es el sol ocultándose por el oeste, no, eso es magia creo yo.

El tiempo creado o no, te quita cosas, te sentencia a hacer tus planes con límites, te advierte que nunca tienes suficiente. A pesar que un científico dijo que es relativo, el tiempo se siente de muchas maneras, se observa en el óxido de baúl de mi abuela, en el pelo canoso de mi padre, en llegar a algún lugar y que el mar no te encante una eternidad…

No es cuestión de tiempo nada de lo que creo, pero sin embargo hay un tic tac que retumba en mi cabeza y los hubieras se pasean y me susurran la misma historia una y otra vez. Hay quien me ha conocido entre una luz azul que cambia de colores: blanco, verde, rojo. Me gusta el rojo y entre malas noches hay esta emoción que puede ser pasajera, pero que quiero disfrutar tanto como la felicidad en sí.

Tengo miedo de no aprovechar el tiempo, tengo miedo de que cuando de vueltas a mis recuerdos, no haya fabricado alguno que me haga sonreír cada vez que miro al pasado.

Hay personas más de adentro, yo en cambio soy de afuera, es mi única forma que tengo de vivir. Porque creo que, hay que salir, para entender lo de adentro.


Entradas populares de este blog

Para ti de mi

Hay lugares a los que uno no vuelve, y personas de las que no se regresa.   Está claro que a quien más fallamos es a nosotros mismos. Nos mentimos, procrastinamos, no nos cuidamos, no soportamos la soledad, nos invaden pensamientos obsesivos, no comemos bien, no hacemos ejercicio... y la lista sigue. Cuando era niña, vivía en un lugar que me parecía maravilloso, cerca del río, y tenía un gran amigo: un enorme samán. Disfrutaba del río, de mis momentos de juego en soledad y de regresar justo antes de que anocheciera, cuando comenzaba esa sensación de que alguien te observaba. No tenía más responsabilidades que jugar, hacer tareas y limpiar la casa. Esos eran mis compromisos de niña. Ahora, tengo muchos pendientes. Podría convertirme, sin querer, en un alma en pena, como esas que no cruzan a mejor vida porque no logran resolver sus asuntos terrenales. Podríamos decir que caminamos por la vida como asuntos pendientes, mirando el celular en busca de videos que nos distraigan de lo desa...

Juguemos al juego de confiar

Volvamos al momento en que me dijiste: confía en mí. Confiar en el otro es lanzarte sin paracaídas . Es un acto de fe, de otorgarle a alguien la capacidad de conocer tus secretos, de expresarte cómo te sientes, o simplemente dejarte ver con todos tus errores, sin temor a ser juzgado. No juzgar es algo muy difícil. Emitir un juicio de valor cuando alguien en quien confías rompe alguna norma que tienes sobre la confianza, el amor, el respeto o la amistad puede ser inevitable. Para cada persona, estas palabras —amor, respeto, amistad— tienen significados distintos. Cada quien les otorga valor según su experiencia. Como dice la frase: "Cada ser es lo que hace con lo que hicieron de él". Y ahí surge una maraña de emociones y contradicciones, porque la realidad de uno nunca es igual a la de otro. En fin, no quiero sobrepensar este tema ni irme por las ramas. Lo que busco es escribir para resistir esos momentos en los que la vida no tiene sentido. Hay cosas que se quedan contigo, si...

Estamos

Estamos destinados a la tristeza, y lo asumo con mucha alegría. Había estado bebiendo, como siempre, sola en mi casa. En ese punto ya me preguntaba si era alcohólica o simplemente infeliz. Me desvié por la infelicidad; creo que es un estado del que cuesta salir. Estaba cansada de tener siempre cosas fugaces en mi vida, como si eso fuera mi única victoria. Estuve un rato observando a una pequeña hormiga tratando de cargar una croqueta tres veces mayor que su cuerpo. Lo logró. Y me pregunté: ¿por qué tienen tanta determinación? Me serví la última copa de mi segunda botella. Malbec, mi uva favorita. Sigo pensando en mi vida mientras la comparo con la hormiga. En mi inmensa humanidad, me gustaría ser tan diminuta como ella… y no solo sentirme así. Estaba por irme a dormir cuando sonó el teléfono. Era Diana, llamando desde España. Eso significaba que salía de una fiesta, porque ya debía ser madrugada allá. Dejé sonar. No contesté. Insistió.  — Hola —Alo, mi amor… pero qué bella voz. No ...