Ir al contenido principal

teMentí







Te he mentido desde que te conocí, de hecho, he mentido mucho antes de conocerte. Siempre lo hago, y no soy una mitómana, lo hago para salvarme, puro y duro narcisismo, porque siempre cuando se miente no se piensa en el otro, sino en uno mismo.

 No es verdad eso que dicen que te ocultan la verdad porque no quieren verte sufrir, sino más bien porque no saben cómo lidiar con la realidad del otro, no saben cómo lidiar con esos sentimientos que desconocen al ver a otro sufrir. Es como decir que no vas al funeral porque no sabes qué decir. Pues así soy yo, egoísta. 

Desde pequeña me gustaba jugar sola porque pensaba que mis hermanos eran muy tontos para entender mis juegos. Por eso prefería hacer las cosas solas, pero claro, no se las decía, para qué. 
Que molesto eso de ser sincero. Mentir es más sencillo, pero no es tan fácil, debes crear todo un universo paralelo para que esa mentira se vuelva realidad, pero todos saben algo:

 Repite una mentira tantas veces hasta que se haga realidad. 
Ahora mismo te podría estar mintiendo solo para que veas lo frágil de tu mente. 

¿Esto es real? 



Te estoy diciendo la verdad, diciéndote que te estoy mintiendo, te miento y luego te preguntas, ¿será una mentira en realidad?

Las mentiras son como las enfermedades mentales, no se conoce mucho, pero cuando sabes que alguien se está medicando, pues dudas de esa persona. Somos mentirosos pero nadie dice nada al respecto. En fin, no pasa nada aquí, estoy confesando algo que ni yo sé si es verdad o no, pero siento la necesidad de contarlo o ¿inventarlo?


Como te dije, te mentí, nunca te amé como pensé que te amaba, era toda una trampa de mi ser para formar la ilusión de ser feliz. Tengo derecho, porque se piensa primero en uno mismo, pero el problema como ya lo dije es cuando la mentira se repite tantas veces hasta que uno piensa que es verdad y así lo pensé. Y mira aquí estoy, diciéndote que todo es falso, que nunca te amé. Lo siento, debe ser duro, pero lo es más para mí, porque fabriqué muchas cosas y perdí mi tiempo. Lo siento en realidad, está bien si me odias, lo entiendo, es razonable para una mente como la tuya, pero qué puedo hacer, así he sido desde siempre. 


No puedo decir otra cosa que no sea confundirte, ya te lo dije, te amé y ahora ya no te amo. 


Espera, ¿cuántas veces te he dicho que ya no te amo? ¿acaso que me quiero convencer a mi misma de algo? ¡carajo! es acaso que te amo, pero ya no quiero sentir este amor, porque ¿eres tú quien me ha dejado? 
Mi mente está mal, no entiendo por qué te has ido, repito mil veces que ya no te amo, pero no funciona, ¿por qué estoy llorando de nuevo? maldita sea, quiero convencerme que ya no tengo nada para ti en mi ser, pero no es cierto. Qué tiene mi cuerpo de malo para no olvidarte, repito esta mentira con la idea de hacerla realidad, pero no funciona, mi mente debe estar dañada. Me odio, ya no quiero sentir que mi mentira sea una realidad. Ya no quiero estar cerca de ti, y no, no lo estoy porque te fuiste, pero mi mente si lo está y eso está lejos de conmoverme. 



Esto funciona así, no sabemos quién miente, no sabemos quién se va primero, no sabemos en realidad nada, porque el mundo está hecho de una enorme y podrida mentira y todos estamos tratando de ser lo menos mentiroso, pero nunca podremos dejar de serlo. Porque nuestra existencia no es real, no es verdad. Al final no se sabe si te dejan, o las dejaste mucho tiempo antes que ellos. 
Porque al final, todo es una puta mentira.





Entradas populares de este blog

Para ti de mi

Hay lugares a los que uno no vuelve, y personas de las que no se regresa.   Está claro que a quien más fallamos es a nosotros mismos. Nos mentimos, procrastinamos, no nos cuidamos, no soportamos la soledad, nos invaden pensamientos obsesivos, no comemos bien, no hacemos ejercicio... y la lista sigue. Cuando era niña, vivía en un lugar que me parecía maravilloso, cerca del río, y tenía un gran amigo: un enorme samán. Disfrutaba del río, de mis momentos de juego en soledad y de regresar justo antes de que anocheciera, cuando comenzaba esa sensación de que alguien te observaba. No tenía más responsabilidades que jugar, hacer tareas y limpiar la casa. Esos eran mis compromisos de niña. Ahora, tengo muchos pendientes. Podría convertirme, sin querer, en un alma en pena, como esas que no cruzan a mejor vida porque no logran resolver sus asuntos terrenales. Podríamos decir que caminamos por la vida como asuntos pendientes, mirando el celular en busca de videos que nos distraigan de lo desa...

Estamos

Estamos destinados a la tristeza, y lo asumo con mucha alegría. Había estado bebiendo, como siempre, sola en mi casa. En ese punto ya me preguntaba si era alcohólica o simplemente infeliz. Me desvié por la infelicidad; creo que es un estado del que cuesta salir. Estaba cansada de tener siempre cosas fugaces en mi vida, como si eso fuera mi única victoria. Estuve un rato observando a una pequeña hormiga tratando de cargar una croqueta tres veces mayor que su cuerpo. Lo logró. Y me pregunté: ¿por qué tienen tanta determinación? Me serví la última copa de mi segunda botella. Malbec, mi uva favorita. Sigo pensando en mi vida mientras la comparo con la hormiga. En mi inmensa humanidad, me gustaría ser tan diminuta como ella… y no solo sentirme así. Estaba por irme a dormir cuando sonó el teléfono. Era Diana, llamando desde España. Eso significaba que salía de una fiesta, porque ya debía ser madrugada allá. Dejé sonar. No contesté. Insistió.  — Hola —Alo, mi amor… pero qué bella voz. No ...

Carlitos

"Cantemos en coro cerca de las nubes, ahora que nadie nos ve" Carlitos se levantaba cada día sin una razón clara. La luz atravesaba las delgadas cortinas de su habitación, hiriéndole apenas los ojos. Durante unos segundos se sentía animado, pero la sensación desaparecía pronto. Se encogía de hombros, se sentaba al borde de la cama y arqueaba la espalda. Buscaba una razón para ponerse en pie, sin encontrar ninguna. Aun así, se levantaba. Ese día, el cielo estaba despejado y las nubes se habían disipado, dejando al firmamento respirar. —Qué laguna titánica la de allá arriba —pensó. Sentirse tan pequeño ante el cielo le recordaba su debilidad. Incluso su nombre, “Carlitos” le sonaba reducido, como si llevara ya una carga encima. Lo llamaban así, por defecto. Por olvido. II Ella trabajaba en el taller de su padre: lavaba autos, desmontaba motores. Su padre había querido un varón, pero nació mujer. No supo qué hacer con eso, así que simplemente le puso el nombre que ya ten...