Acabo de leer, como de costumbre, un artículo de Juan Fernando A., puedo repetir esto muchas veces, como lo vengo haciendo desde el 2008 (cuando por primera vez lo leí). En aquel tiempo yo escuchaba "Los Pescados” y para ser sincera no tenía idea quién era aquel muchacho que se escondía detrás de la batería y que junto al guitarrista hacían vibrar mi cuerpo. Cuando los escuchaba mi cara no dejaba de estar por debajo de mi cabello, y mi boca abierta cantaba aunque no me supiera la letra de alguna de sus canciones. Con el álbum “El año del pescado" los conocí. Yo vivía en Bahía de Caráquez y poco a poco sus canciones han estado alrededor de mi vida. Reina, Virus, Todos te miran, Descompuesto,
giran entre mis recuerdos…
¡En fin! Creo que debo escucharlos ahora.
(escuchando Los Pescados)
Volví a vivir en Bahía-Canoa por un momento.
Aquella banda hacía que mis bajos instintos (que no sé por qué deben ser bajos)
¡En fin! Creo que debo escucharlos ahora.
(escuchando Los Pescados)
Volví a vivir en Bahía-Canoa por un momento.
Aquella banda hacía que mis bajos instintos (que no sé por qué deben ser bajos)
fluyeran, y mis intenciones sean como las de la mujer de 19 días y 500 noches.
Esto me sucedía, confieso, sobre todo con Nelson (guitarrista y cantante) a quien lo recuerdo con una playera que decía "Joaquina". A él le tenía muchas ganas, claro, como muchas supongo. Me gustaba físicamente (yaaa, no es que sea superficial, lo sería si hubiera escrito que le tenía ganas por sus buenos sentimientos) porque de conocerlo sin la banda, probablemente hubiera sido solo un chico guapo.
En fin, con esto quiero llegar al camuflado baterista, al cual solo conocía a través del sonido de su batería impulsado por la fuerza con la que utilizaba sus baquetas. Así estuvo hasta el dos mil 8, cuando lo conocí como escritor, no sé si era lo primero de él que leía pero, sin duda, es uno de los recuerdos fotográficos más lúcidos que tengo: Liguiqui.
Yo no había estado en aquel lugar, y sin embargo al leer su crónica tenía la sensación de haberlo
visitado. El anochecer, las conversaciones con los lugareños, cierta calma, etc. Cuando fui realmente hasta ese lugar, sentía que era la segunda vez que estaba apreciando el paisaje, la primera lo había leído.
A partir de este momento, dejé de escucharlo escondido en su batería para leerlo abiertamente entre líneas, pues aunque digan que las mujeres no seamos tan "visuales", aquel hombre es sensualmente atractivo, y más cuando lo leo.
Después de haber hecho el debido ejercicio de retrospección, esto es lo que produce la mezcla entre música, letras, y escritos.
Hoy, me recuerdo a mí en Crucita, aquel día, uno de enero, despeinada cantando sus canciones.....