Ir al contenido principal

Diario de una heterosexual en cuarentena



La imaginación explota cuando no se tiene dónde ponerla.





Vivimos en un hotel hace tres meses, sí, en un hotel en donde también trabajamos. Somos recepcionistas, meseras y hacemos algunos tragos muy ricos (modestia aparte). Me gusta esto de trabajar en la barra de un bar, sobre todo en un lugar donde vienen turistas de todo el mundo. Hay muchas historias súper interesantes, pero hoy no les contaré sobre esto, ¿por qué? por una sola cosa #coronavirus.
Ahora el hotel está cerrado, no recibimos a ningún huésped, entonces tenemos el hotel casi vacío, digo “casi” porque hace un mes -aproximadamente- tenemos un huésped que se llama Jhon Robin, es un veterano de guerra, peleó en la guerra de Vietnam, ha padecido  ébola y tiene una cicatriz del tamaño de una autopsia;  sí, ya les digo, tengo muchas historias con personas muy divertidas, pero ahora no les hablaré de él ni de ninguna otra, sino más bien de nosotras y de cómo estamos lidiando la cuarentena en un lugar tan lindo pero a la vez desolado.
Debo decir que en el hotel y en nuestro departamento no contamos con televisor, así que nos informamos de lo que sucede en el país y el mundo por medio de redes sociales o de uno que otro contacto que trabaja en medios de comunicación.
Las únicas que estamos en el hotel, somos Bombom, Burbuja y Bellota en el camino se darán cuenta –quizás- quién es quien, no nos pusimos estos nombres como características similares a los personajes de caricatura, pero yo, por ejemplo, tengo una fascinación por esas tres chiquillas que salvan el mundo, veamos qué podemos hacer, en fin... En el hotel también se encuentra el guardia que hace de todo: es jardinero, plomero, electricista y cualquier cosa que se necesite en el hotel lo llamamos a él, Ángel es su nombre, aquí le decimos: Angelito, hace todo lo que se necesite y también -como les decía- es el guardia. Debido a esta situación de la pandemia, algunos empleados debieron irse a sus casas porque técnicamente el hotel debería estar cerrado, entonces, los cocineros y la señora de mantenimiento se fueron con sus familias, por lo que nosotras debemos hacer de vez en cuando sus funciones. 

En teoría, ninguna ha trabajado en un hotel antes, no es que no sepamos limpiar una habitación, a todas en algún momento nos ha tocado limpiar nuestros cuartos, pero en un hotel asumimos que tienen reglas o procedimientos para la limpieza, no lo sé: la cama tendida de cierta forma, las toallas dobladas de tal manera, el shampoo, etc…, pero bueno, nosotras manos a la obra, empezamos. Primero y como es tendencia, usamos mascarillas como base de una supuesta ayuda para no infectarnos, ¿cómo? no lo sabemos, pero nos sentimos “más seguras”.
Comenzamos y como si fueran nuestras habitaciones: sacamos las sábanas, barremos y limpiamos, Burbuja que está más traumada, se lava las manos si es posible cada 5 minutos.  Hicimos mantenimiento a tres habitaciones -cada una con capacidad para cuatro personas- y a pesar de nuestro trabajo quedaron incompletas porque les hace falta toallas y forros para almohadas; otra cosa que debemos hacer también es ir a la lavandería y empezar a lavar todo lo posible. Así que vamos, al entrar, observo a Burbuja confiada, como que sabe la movida de lavar, abre la tapa de la lavadora mete suficientes sábanas y coloca el detergente indiscriminadamente: a full, el depósito del detergente se llena tanto que le toca sacar un poco con la mano, aun así, sigue confiada, luego pone el suavizante, que también se riega un poco, cierra la tapa y se prende la máquina mostrándonos el número 30, eso significa el tiempo que durará el ciclo del lavado, le digo: "Tú sí que sabes"  y se me ríe, pero antes de eso toca un botón de una bomba de agua que se prende a la par que la lavadora, le digo: ¿y eso para qué es? ella atina a contestar: para que salga el agua, creo.  Nos vamos campantes. Buen trabajo.

La tarde estuvo f a b u l o s a, tanto que hice un en vivo del atardecer, pero lo borré sin saber que no se guarda automáticamente en el teléfono, los colores de ese atardecer fueron increíbles.
Ahí estábamos las tres chicas mirando el sol, mirando cómo poco a poco se hundía en el mar. Esto es una suposición, no tengo el poder de saber lo que piensan, pero quiero creer que cada una de nosotras estábamos repasando nuestra situación personal, midiendo las cosas que en el mundo están sucediendo. Estábamos ahí, lejos de nuestras familias, amigos, gente linda, pero estábamos también juntas, en la distancia, en un lugar que de alguna forma es hermoso. Miramos por un momento el atardecer, antes de eso Burbuja dijo: miren, dense cuenta si hay un Greenflash, antes de que el sol se oculte por completo.
Greenflash es como una pequeña luz al final del atardecer. Todas estuvimos atentas y aunque creo que no pasó, todas vimos la luz por una milésima de segundo, porque al final todo se trata de imaginar.


Entradas populares de este blog

Para ti de mi

Hay lugares a los que uno no vuelve, y personas de las que no se regresa.   Está claro que a quien más fallamos es a nosotros mismos. Nos mentimos, procrastinamos, no nos cuidamos, no soportamos la soledad, nos invaden pensamientos obsesivos, no comemos bien, no hacemos ejercicio... y la lista sigue. Cuando era niña, vivía en un lugar que me parecía maravilloso, cerca del río, y tenía un gran amigo: un enorme samán. Disfrutaba del río, de mis momentos de juego en soledad y de regresar justo antes de que anocheciera, cuando comenzaba esa sensación de que alguien te observaba. No tenía más responsabilidades que jugar, hacer tareas y limpiar la casa. Esos eran mis compromisos de niña. Ahora, tengo muchos pendientes. Podría convertirme, sin querer, en un alma en pena, como esas que no cruzan a mejor vida porque no logran resolver sus asuntos terrenales. Podríamos decir que caminamos por la vida como asuntos pendientes, mirando el celular en busca de videos que nos distraigan de lo desa...

Juguemos al juego de confiar

Volvamos al momento en que me dijiste: confía en mí. Confiar en el otro es lanzarte sin paracaídas . Es un acto de fe, de otorgarle a alguien la capacidad de conocer tus secretos, de expresarte cómo te sientes, o simplemente dejarte ver con todos tus errores, sin temor a ser juzgado. No juzgar es algo muy difícil. Emitir un juicio de valor cuando alguien en quien confías rompe alguna norma que tienes sobre la confianza, el amor, el respeto o la amistad puede ser inevitable. Para cada persona, estas palabras —amor, respeto, amistad— tienen significados distintos. Cada quien les otorga valor según su experiencia. Como dice la frase: "Cada ser es lo que hace con lo que hicieron de él". Y ahí surge una maraña de emociones y contradicciones, porque la realidad de uno nunca es igual a la de otro. En fin, no quiero sobrepensar este tema ni irme por las ramas. Lo que busco es escribir para resistir esos momentos en los que la vida no tiene sentido. Hay cosas que se quedan contigo, si...

Estamos

Estamos destinados a la tristeza, y lo asumo con mucha alegría. Había estado bebiendo, como siempre, sola en mi casa. En ese punto ya me preguntaba si era alcohólica o simplemente infeliz. Me desvié por la infelicidad; creo que es un estado del que cuesta salir. Estaba cansada de tener siempre cosas fugaces en mi vida, como si eso fuera mi única victoria. Estuve un rato observando a una pequeña hormiga tratando de cargar una croqueta tres veces mayor que su cuerpo. Lo logró. Y me pregunté: ¿por qué tienen tanta determinación? Me serví la última copa de mi segunda botella. Malbec, mi uva favorita. Sigo pensando en mi vida mientras la comparo con la hormiga. En mi inmensa humanidad, me gustaría ser tan diminuta como ella… y no solo sentirme así. Estaba por irme a dormir cuando sonó el teléfono. Era Diana, llamando desde España. Eso significaba que salía de una fiesta, porque ya debía ser madrugada allá. Dejé sonar. No contesté. Insistió.  — Hola —Alo, mi amor… pero qué bella voz. No ...