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Lea

Carlitos

"Cantemos en coro cerca de las nubes, ahora que nadie nos ve" Carlitos se levanta todos los días sin una razón aparente. La luz atraviesa las delgadas cortinas de su habitación, hiriendo levemente sus pupilas. Con esa pequeña luz molestándolo, logra despertarse animoso por unos segundos, pero luego se encoge de hombros, se sienta al borde de la cama y arquea la espalda. Trata de encontrar una razón para ponerse en pie, pero no encuentra ninguna. De todos modos, se levanta. Las nubes disipadas permiten que el firmamento respire. —¡Qué laguna titánica la de allá arriba! —pensó. A su vez, le producía la sensación de ser diminuto, encorvado y débil. —Carlitos— escuchó su nombre a lo lejos. Se sintió reducido. Hasta su nombre parecía haberse encogido, debilitado por el poder de los diminutivos. Lo llaman Carlitos también por defecto. Ella trabajaba en el taller de su papá, lavando carros y desmontando motores. Su papá deseaba un varón, pero como sombra de su deseo, salió
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Lo entenderé

“Lo que se abraza se transforma” Últimamente he estado reflexionando sobre el significado de la amistad. Podría escribir un ensayo abordando la amistad desde muchos puntos de vista, aunque tal vez no desde el mío. A veces siento que tengo una idea demasiado simplista e idealista de lo que son los amigos. ¿Cómo puedo pensar que la amistad es incondicional? Los amigos no siempre están presentes, pueden fallar, y surgen preguntas: ¿Son realmente leales? ¿Y yo, soy leal a mí misma? Quizás el primer paso sea ser fiel a quien siempre está conmigo: yo. Es fácil enojarse con un amigo. No digo que sea normal, pero es una reacción común cuando esperamos que alguien actúe de acuerdo con nuestra idea de lo que un amigo “debería” hacer. Los amigos, decimos, son la familia que elegimos, pero como sucede con la familia, hay momentos en que están y otros en los que se van. Y no siempre estamos preparados para eso. Creemos que los amigos que nos acompañan después de los 30 serán los definitivos, pero l

Juguemos al juego de confiar

Volvamos al momento en que me dijiste: confía en mí. Confiar en el otro es lanzarte sin paracaídas . Es un acto de fe, de otorgarle a alguien la capacidad de conocer tus secretos, de expresarte cómo te sientes, o simplemente dejarte ver con todos tus errores, sin temor a ser juzgado. No juzgar es algo muy difícil. Emitir un juicio de valor cuando alguien en quien confías rompe alguna norma que tienes sobre la confianza, el amor, el respeto o la amistad puede ser inevitable. Para cada persona, estas palabras —amor, respeto, amistad— tienen significados distintos. Cada quien les otorga valor según su experiencia. Como dice la frase: "Cada ser es lo que hace con lo que hicieron de él". Y ahí surge una maraña de emociones y contradicciones, porque la realidad de uno nunca es igual a la de otro. En fin, no quiero sobrepensar este tema ni irme por las ramas. Lo que busco es escribir para resistir esos momentos en los que la vida no tiene sentido. Hay cosas que se quedan contigo, si

Para ti de mi

Hay lugares a los que uno no vuelve, y personas de las que no se regresa.   Está claro que a quien más fallamos es a nosotros mismos. Nos mentimos, procrastinamos, no nos cuidamos, no soportamos la soledad, nos invaden pensamientos obsesivos, no comemos bien, no hacemos ejercicio... y la lista sigue. Cuando era niña, vivía en un lugar que me parecía maravilloso, cerca del río, y tenía un gran amigo: un enorme samán. Disfrutaba del río, de mis momentos de juego en soledad y de regresar justo antes de que anocheciera, cuando comenzaba esa sensación de que alguien te observaba. No tenía más responsabilidades que jugar, hacer tareas y limpiar la casa. Esos eran mis compromisos de niña. Ahora, tengo muchos pendientes. Podría convertirme, sin querer, en un alma en pena, como esas que no cruzan a mejor vida porque no logran resolver sus asuntos terrenales. Podríamos decir que caminamos por la vida como asuntos pendientes, mirando el celular en busca de videos que nos distraigan de lo desagrad

El portal

Escribo y borro repetidamente, me encuentro en un ciclo de creación y eliminación constante. Debo abordar este texto de manera diferente, me digo a mí mismo mientras continúo redactando sin saber por dónde empezar, o tal vez debería preguntarme dónde iniciar. Recuerdo tener unos 7 años, cuando una de mis actividades favoritas era ir cerca del río y jugar a que viajaba a otras dimensiones. Creía que un portal se abría mágicamente y seres de otras galaxias salían de él para decirme que yo era la elegida para transformar todo lo que conocemos como la Tierra. Al principio, pensaba que era una broma, pero poco a poco me convencían de que lo que me contaban era real. Aceptaba mi destino, sacando el valor que tenía guardado en lo más profundo de mí, y salía a cambiar el mundo y luchar contra el mal. Durante muchos años, esa fue mi forma de jugar, sola cerca del río. Me di cuenta a mis 34 años, en una consulta psicológica de rutina, que tal vez haya desarrollado un vínculo evasivo, un deseo d

Salí nadando

 Manabí, Ecuador   “Siempre que visites un mar, debes preguntar si se puede nadar en él”. Alguien me dijo eso como conocimiento básico de la vida, uno que no tenía, pero que ahora tengo después de que casi me llevara el mar de San Lorenzo. Cinco amigas de paseo, una de ellas extranjera, Kate. La conversación en el automóvil nos reveló que en su país de origen, Kate era una excelente nadadora; cruzaba los caudalosos ríos de su estado como algo común. Yo, en cambio, había aprendido a nadar por los consejos de mi hermano menor o por lo que yo misma me había enseñado en las piscinas de complejos deportivos. El mar para mí no estaba a la vuelta de la esquina como sí lo estaba para mi mejor amiga Clara, quien me había invitado a este paseo. El mar siempre se veía como un dios, como una diosa, poderoso, imponente. Decidimos entrar al agua Kate y yo. La playa estaba casi vacía, lo atribuimos a que era un día entre semana, nada que nos llamara la atención. Nos internamos gozosas de sentir la en

Empezar de nuevo

Se me ocurrió escribir un tema acerca de la frase "empezar de nuevo", pero sentí que podría expresar lo mismo; es decir, que empezar de nuevo es algo redundante. Entonces me surgió otra duda, preguntándome si estaba usando la palabra correctamente, "redundar". Mi sorpresa fue encontrar una definición totalmente diferente a lo que creía que significaba redundar: RAE REDUNDAR: intro. Dicho especialmente de un líquido: Rebosar, salirse de sus límites o bordes por demasiada abundancia. Sin.: rebosar, desbordar, derramarse. intro. Dicho de una cosa: Venir a parar en beneficio o daño de alguien o algo. Sin.: resultar, repercutir, revertir, refluir, reembolsar. O sea, según yo, la usaba cuando quería decir que empleaba la misma palabra en una sola frase, decía algo asi: "bla bla bla bla, disculpen la redundancia". Claro, no decía redundar; entonces busqué la palabra redundancia: RAE REDUNDANCIA: F. Sobra o demasiada abundancia de cualquier cosa o en cualquier lí

Ya uno está en edad de no tenerle miedo al que dirán

"Nos encontramos exactamente donde debemos estar. Aquello que percibimos como la raíz de nuestros problemas no es más que el resultado, y la raíz soy yo. Siempre he sentido la crítica y el juicio al expresar lo que siento, lo que vivo, o simplemente lo que creo correcto. En ocasiones, uno se detiene y reformula, temiendo que los lectores desaprueben lo que se siente o piensa. Me encanta la ficción porque permite expresar libremente, sin molestar a nadie. A veces, las verdades salen a la luz gradualmente o simplemente no son tan lineales como se relatan. La ficción me permite explorar emociones más profundas y honestas a través de historias de personas extrañas, creadas y ocultas en el subconsciente. Uno puede dar pistas sin saber realmente lo que se siente. No digo que pensar sea irrelevante, pero al analizarlo, pierde sentido. Busco caminos que expliquen cosas; a veces, sentir es más profundo, más honesto. Surfeo las olas de las emociones, y cuando estoy en la cima, todo se vuelv