Ir al contenido principal

¿Alguien tiene la respuesta?




Hace años unos amigos hicieron un grupo en Facebook llamado "Quejadera constante" la foto que tenía aquel grupo era la pequeña Mafalda. 

El fin del grupo era quejarse por todo, desde un mal día, hasta de un mal gobierno y sus lacras. Nos quejábamos por quejarnos. 

Lo usamos por un tiempo, pero poco a poco desapareció.

Pues bien, hace casi un año que siento que en realidad me quejo de todo, pero no solo del verbo "mandar a la verga" sino de quejarse y no hacer mucho por mejorar. Sé que hay cosas que no puedes cambiar por cuenta propia, pero quejarse agota. También quiero decir que esto que digo, es pura especulación de mi parte, o sea, yo misma siento que exagero, porque al fin de cuentas, todo el mundo se queja de algo a diario, y yo, solo hago uso de esa facultad y derecho que tenemos.  (derecho dice)

 

Estoy consciente de que me quejo más este último año, pero a mi favor, les recuerdo que apareció un virus que cambió nuestro modo de socializar y ver el mundo, y la otra, es que llevo ya un año de terminar una relación que creí, duraría un poco más de lo esperado. Las cosas pasan, no tengo más que decir:

¡qué otra cosa puedo hacer!

 

Decir algo que no te gusta a cada rato debe molestar, molestar a los que te escuchan, y debe ser también cansado hacerlo. 

Puede ser mi percepción, al sentir que me quejo mucho. Pero no con todas las personas me siento una máquina de quejas, es solo con algunas, bueno con una, o puede ser con dos. Quiero pensar que es la línea delgada en la que uno se encuentra al considerar de alguna manera a esa persona. Temo inconscientemente que se aleje de mí, es decir, de personas que no hacen más que quejarse, pero creo que algo se esconde más, y esto lo logro identificar cuando lo escribo, y es que los que más se quejan, son los que sienten que su vida es un fracaso. 

 Mafalda no cuenta porque es una niña de 5 años, ella tiene todo el derecho de quejarse porque no es adulta, a pesar que ya han pasado como 56 años desde su creación. Mafalda sigue siendo esa voz de la rebeldía, y que a su corta edad se preocupa por el legado que le van a dejar sus padres.

 

Me extraño, extraño como era antes, pero debo entender que esa persona no volverá, y que debo moldear una nueva. ¿Cómo?  ni idea, y eso es lo que me frustra, no saber dónde ir, a quién acudir, qué hacer, a quién dejar atrás, cómo empezar, con quien hablar, a quien abrazar. Quiero un abrazo. Estoy como Mafalda y la curita que tenía en sus manos, diciendo infinitamente:

 

"Bueno ¿y como hace uno para pegarse esto en el alma" 

 

Nota: Si lo sabes, me pasas la respuesta por favor.


Entradas populares de este blog

Salí nadando

 Manabí, Ecuador   “Siempre que visites un mar, debes preguntar si se puede nadar en él”. Alguien me dijo eso como conocimiento básico de la vida, uno que no tenía, pero que ahora tengo después de que casi me llevara el mar de San Lorenzo. Cinco amigas de paseo, una de ellas extranjera, Kate. La conversación en el automóvil nos reveló que en su país de origen, Kate era una excelente nadadora; cruzaba los caudalosos ríos de su estado como algo común. Yo, en cambio, había aprendido a nadar por los consejos de mi hermano menor o por lo que yo misma me había enseñado en las piscinas de complejos deportivos. El mar para mí no estaba a la vuelta de la esquina como sí lo estaba para mi mejor amiga Clara, quien me había invitado a este paseo. El mar siempre se veía como un dios, como una diosa, poderoso, imponente. Decidimos entrar al agua Kate y yo. La playa estaba casi vacía, lo atribuimos a que era un día entre semana, nada que nos llamara la atención. Nos internamos gozosas de sen...

Juguemos al juego de confiar

Volvamos al momento en que me dijiste: confía en mí. Confiar en el otro es lanzarte sin paracaídas . Es un acto de fe, de otorgarle a alguien la capacidad de conocer tus secretos, de expresarte cómo te sientes, o simplemente dejarte ver con todos tus errores, sin temor a ser juzgado. No juzgar es algo muy difícil. Emitir un juicio de valor cuando alguien en quien confías rompe alguna norma que tienes sobre la confianza, el amor, el respeto o la amistad puede ser inevitable. Para cada persona, estas palabras —amor, respeto, amistad— tienen significados distintos. Cada quien les otorga valor según su experiencia. Como dice la frase: "Cada ser es lo que hace con lo que hicieron de él". Y ahí surge una maraña de emociones y contradicciones, porque la realidad de uno nunca es igual a la de otro. En fin, no quiero sobrepensar este tema ni irme por las ramas. Lo que busco es escribir para resistir esos momentos en los que la vida no tiene sentido. Hay cosas que se quedan contigo, si...

Para ti de mi

Hay lugares a los que uno no vuelve, y personas de las que no se regresa.   Está claro que a quien más fallamos es a nosotros mismos. Nos mentimos, procrastinamos, no nos cuidamos, no soportamos la soledad, nos invaden pensamientos obsesivos, no comemos bien, no hacemos ejercicio... y la lista sigue. Cuando era niña, vivía en un lugar que me parecía maravilloso, cerca del río, y tenía un gran amigo: un enorme samán. Disfrutaba del río, de mis momentos de juego en soledad y de regresar justo antes de que anocheciera, cuando comenzaba esa sensación de que alguien te observaba. No tenía más responsabilidades que jugar, hacer tareas y limpiar la casa. Esos eran mis compromisos de niña. Ahora, tengo muchos pendientes. Podría convertirme, sin querer, en un alma en pena, como esas que no cruzan a mejor vida porque no logran resolver sus asuntos terrenales. Podríamos decir que caminamos por la vida como asuntos pendientes, mirando el celular en busca de videos que nos distraigan de lo desa...